Steve Jobs y yo

Just a empty Chair

Just a empty Chair

Ya han pasado 17 años desde que empecé a usar un Mac.

Llevo más de la mitad de mi vida usando productos Apple y nunca he tenido un ordenador de otra marca, tanto en casa como en cada uno de mis trabajos. Dadas las circunstancias, creo que negar la influencia que ha tenido sobre mí todo lo que construyó Steve Jobs sería una estupidez. De hecho, puedo decir sin ruborizarme que le debo parte de quién soy, de lo que hago y por supuesto, de como lo hago.

Su pérdida me ha afectado de verdad, estuve todo el día bastante fastidiado. Y os prometo que me ha costado sentarme a escribir esto, no encontraba el momento.Durante los últimos días, pensaba en como iba a enfocar el post, en cuál sería la mejor forma de hacerle el homenaje que creo que se merece. Al leer alguno de los cientos de miles de artículos que se han escrito sobre él, me di cuenta de que este punto y aparte es uno de esos que conectan con otros puntos cuando echas la vista atrás.No voy a hablar del personaje, de lo que cuentan sobre su carácter quienes le conocieron, de sus presentaciones o de lo que ha hecho por la humanidad. Voy a hablar de lo que hizo por mí. De Steve Jobs y yo.Antes de asomar la cabeza por el apasionante mundo de la informática, siempre había destacado por asuntos creativos. Mi destreza para dibujar conseguía incluso eclipsar mis increíbles dotes como alpinista o mi facilidad con las asignaturas de ciencias (ambas equivalentes a las de un Ewok borracho). Siempre estaba haciendo mis tebeos, mis revistas y cosas así. Pasaba infinitas horas pegado a los lápices. Llegó a ser un poco obsesión, un poco rollito cortarme la oreja. No llegué tan lejos, POR SUERTE.Mi padre es músico y desde siempre estuvo muy interesado en lo que la informática podía aportarle profesionalmente. Primero trabajó con un Atari y poco después se paso a Mac. Acabó convencido de que era el ordenador apropiado para mí y me compró un Performa 5260, un maquinón para un moco como yo que casi no había cogido otro ratón que el del Mario Paint.
Cuando me enteré de que no podía usar los videojuegos de los 486 de mis amigos, le pedí que lo devolviera. Quería jugar al PC Fútbol. Mi padre siempre me recuerda públicamente este momento de deshonra y yo nunca me cansaré de agradecerle que no me hiciese ni caso e insistiese en que aquél era el ordenador que necesitaba. Gracias otra vez, papá.

No conocía a nadie de mi edad con un Mac. Era el bicho raro. Dado que no tenía mucho software, y todavía menos juegos, aprendí a usarlo más como una herramienta que como un juguete. De una manera completamente escalonada y natural, fui ubicándome y entendiendo lo mucho que la máquina podía hacer por mi. No tuve que preocuparme con instalaciones y formateos como les pasaba a mis colegas. Todo funcionaba y me faltaban horas para sacarle todo el partido. Me abrió un camino creativo completamente nuevo.

Algunos meses más tarde llegaría internet y el descubrimiento de que había toda una comunidad de maqueros debatiendo, compartiendo software y experiencias. Poco a poco identifiqué las cosas que hacían especiales a los Macs y comprendí la pasión con la que muchos los defendían. Estaba todo en el "Think Different". Creo que a estas alturas del artículo ya no hace falta que os diga que me uní a ese club. Y me sentí un poco menos raro.

Jobs no estaba en Apple por aquel entonces. La compañía pasaba por su peor momento económico de la historia, y sin embargo, el producto que vendían era, de una manera indiscutible, mejor que el de la competencia.
Estoy completamente seguro de que la influencia de las decisiones que tomó antes de que le echasen, el camino que dibujó para sus productos, aseguró una inercia positiva. Os garantizo que mi experiencia fue inolvidable en aquellos años. Incluso durante ese denostado período, la compañía se adelantó a su tiempo en varias ocasiones.

De aquella primera época viene mi convicción de que Apple seguirá siendo lo que es hoy en día de manera indefinida. Teniendo una estructura mucho más sólida que entonces, cuantiosos ingresos y el legado de todo un equipo siguiendo su filosofía como un auténtico mantra, no tengo la más mínima duda de que nos siguen esperando productos tan brillantes como los que Jobs firmó. Qué demonios, me apuesto cien trillones de dólares.

Recuerdo perfectamente la ilusión de mis amigos maqueros más experimentados cuando comentaban la vuelta de Steve a Apple, y también el recelo de muchos a ver a Bill Gates ayudándole a salir del bache. Yo apenas conocía la historia previa del recién estrenado CEO, pero al ver su foto sentado en el suelo con el iMac en los brazos, notabas claramente que no estaba hecho de la misma pasta que el de Microsoft. Ese tipo era el capo y estaba intentando algo importante, poniendo toda la carne en el asador. Fue un momento en el que la ilusión y el miedo por aquel pedazo de órdago se fundieron en un curioso cóctel Blue Tropic~Lima. Poco a poco fui interesándome y conociendo mejor la historia; El garaje, Woz, Markkula, banderas piratas, Lisa, lo del agua azucarada y un largo etcétera que ya sabéis.

Steve por Susan Kare

Steve por Susan Kare

Cuando salió el segundo modelo del iMac, el de la gama multicolor, Apple montó un concurso de dibujo durante la Feria del Libro, y eligieron el mío. Cuando me llamaron para decirme que había ganado un iMac , salté de alegría durante unos veinticinco minutos. Fui a recogerlo a las oficinas de Apple España, y me sacaron en la Macworld. Aquello fue un gran empujón de confianza en plena edad del pavo. Edad que todavía no he pasado, por cierto. (Ayuda).

A la vez, las cosas comenzaban a funcionar para Steve. El miedo se iba disipando mientras salía poco a poco del atolladero. Productos con diseños arriesgados, diferentes a cualquier cosa existente y software, montañas de nuevo software.Napster abrió la veda y convirtió aquel iMac en un repositorio infinito de música. Luego vino iTunes. Y el iMovie a la vez que mi primera cámara de video miniDV. Y el iPhoto. Y la revolución iPod... El Digital Hub. La visión de Jobs hecha realidad. Todo encajando, haciendo cada vez más fácil lo que antes era imposible. Funcionando con la fluidez e integración marca de la casa. Cada uno de estos lanzamientos me llevaron a desarrollar una faceta diferente, probando formatos que antes no estaban a mi alcance. Me hice mayor mientras aprendía muchas cosas a través de las posibilidades de esas herramientas. Cosas sobre mí mismo, como mi música preferida, o mi pasión por el mundillo del vídeo.

Un tiempo después, durante el verano, empecé a trabajar en una tienda online de Mac. Cuando quise darme cuenta, llevaba unos tres años currando en distintos puestos relacionados directamente con la marca. Comprobé como el discurso de Steve funcionaba para convencer a mucha gente de lo bueno que era el último PowerBook, Jaguar, Panther o Gato Montés. A veces no hacía falta añadir ni una palabra. Pude vivir de cerca como el mercado de Apple pasaba de estar centrado sobre todo en lo profesional a interesar a prácticamente cualquiera. Chavales de 13 años llevando auriculares blancos, tan entusiasmados como lo estaba el mismísimo Rafael Azcona.

Muchos clientes ya venían convencidos de casa. Fue cuando sentí que necesitaba un cambio de dirección profesional y me dediqué a otros temas, más relacionados con mi faceta creativa.

Aquella experiencia me sirvió, entre otras muchísimas cosas, para conocer algunos "trapos sucios", lo que no se ve desde fuera. Ví los almacenes, los pedidos, los márgenes, los MacBook con problemas de fábrica, unidades ópticas instaladas al revés y el servicio técnico rebosando iPods inservibles cuando habían pasado uno o dos días del límite de sus garantías. Entendí mejor el negocio que lleva detrás, aprendí a ser crítico y a no creer que los iMacs caen de cubos de cristal nacidos en las estrellas.
Pese a que le guiaban ideas llenas de romanticismo, Steve quería ganar dólares, no era un ángel benefactor de la humanidad. Cada una de sus innovaciones llegó junto a una pila de suculentos cheques. No soy de los que sólo valoran lo hecho sin ánimo de lucro. Si nos ponemos a negar revoluciones que han hecho de este planeta un lugar mejor porque alguien se ha enriquecido con ellas, vamos listos.

Se acercaba la época de máximo esplendor, Intel, las cifras de éxito y el mainstream. De pronto todo el mundo tenía un Mac y un iPod, pese a que no tuviese radio FM. El gusto por el detalle, la belleza y simplicidad del interface como vehículo hacia una mejor experiencia de usuario seguían siendo una constante en la definición de cada uno de los nuevos gadgets. No cuento todos los iPods que tuve durante esa época por puro pudor. Pero fueron muchos.

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El negocio de las icónicas Apple Store, y el de la iTunes Store a través de internet empezaba a completar la experiencia. Nacía en el momento de la compra e iba hasta que sincronizabas los datos de tu última carrera gracias a un chip en tus zapatillas. El Digital Hub se quedaba pequeño, se estaba expandiendo. Lo mejor estaba por llegar y no iba a tardar. En poco tiempo llegará iCloud, quizás el paso más importante de los de Cupertino en esa dirección. El ritmo de lanzamientos que Apple impuso, que Jobs y sus colegas se exigieron, era bestial. Anteriormente, alguna que otra vez, lanzaron productos que no triunfaron pese a las buenas críticas, simplemente por ir demasiado por delante. En estos últimos años mejoró el manejo de los tiempos. Aprendió a poner las tartas en el escaparate cuando la gente estaba preparada para comérselas. No me cabe la menor duda de que muchas veces echó el freno a las innovaciones para dejar madurar al mercado, y pese a todo, siempre sorprendió. Con el iPhone y el iPad, dieron en la diana como nunca antes. El éxito de ambos fue inmediato, global y más radical que nunca.

Conocéis perfectamente el resto de la historia porque está pasando ahora mismo en vuestras manos, o en las de alguien que conocéis. Un legado que te afecta directamente y que ha impactado de manera especial en tu vida. Steve es un responsable clave de un legado en la mía y en la de mucha gente. Me dio la oportunidad de disfrutar de la tecnología, de hacerme más creativo. Me inspiró a intentar cosas nuevas. Las experiencias, frustraciones y éxitos que he vivido cerca de sus productos han ayudado a hacerme entender mejor quién soy. A definir en qué soy bueno. Me enseñó a defender aquello en lo que creo aunque sea el único. A no conformarme. A unir los puntos.

Hace poco le escribí una carta. De alguna forma quise expresar mi rabia por lo que implicaba su marcha. Eso que nunca quise asumir. Le pedí que no dejase que le quitaran su silla, que sólo podía ser suya.
El día antes de su adiós, durante la keynote de presentación del iPhone 4S, el gran protagonista fue una silla vacía reservada. Estoy seguro de que permanecerá así.

Venciste, Steve. Gracias por todo.